Tras aplastar violentamente las protestas de 2020, el dictador Aleksandr Lukashenko se aferró al poder, ilegalizó toda forma de oposición y respaldó la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Putin. Las perspectivas de un futuro democrático en Bielorrusia dependen de que Europa siga apoyando la lucha contra el imperialismo ruso. Entrevista con Sviatlana Tsikhanouskaya, líder exiliada de la oposición democrática bielorrusa.

Green European Journal: El 25 de febrero se celebrarán elecciones en Bielorrusia por primera vez desde la votación presidencial amañada de 2020 que desencadenó la revolución. ¿Tienen estas elecciones algún valor democrático?   

Sviatlana Tsikhanouskaya: El Parlamento bielorruso no es más que una farsa, un circo. El régimen habla de elecciones, pero no tienen nada que ver con la democracia. Los líderes de los partidos de la oposición están en la cárcel, medio millón de personas han tenido que huir del país por la represión del gobierno, hay miles de presos políticos, no hay medios de comunicación libres, las ONG están de rodillas y un gobierno ilegítimo lo controla todo con brutalidad y terror. En una realidad así, ¿cómo se puede hablar de elecciones? 

Pedimos a nuestros socios internacionales que no den ninguna legitimidad a esta votación, y pedimos a la población de Bielorrusia que no participe. Sin embargo, en caso de que los bielorrusos se vean obligados a participar, como suele ocurrir en una dictadura, les pedimos que voten contra todos. Pero también pedimos a los bielorrusos que no organicen concentraciones ni levantamientos, porque estas elecciones no cambiarán nada.  

¿Qué objetivo pretende alcanzar Lukashenko con la creación de la llamada Asamblea Popular, a la que se refirió como “el máximo órgano de la democracia”?

Lukashenko teme por su poder. Sabe que no tiene legitimidad entre el pueblo bielorruso y que es un paria en el mundo político. Pero sigue queriendo aferrarse al poder. Así que probablemente se esté preparando para las elecciones presidenciales, en caso de que se celebren en 2025. Como presidente de la nueva asamblea, le resultará más fácil seguir gobernando el país pase lo que pase. En Kazajstán, [el dictador] Nursultan Nazarbayev gobernó durante tres décadas [entre 1991 y 2019], y de repente lo perdió todo. Supongo que Lukashenko intenta evitar ese escenario.  

Desde 2020, la represión contra cualquier forma de disidencia se ha intensificado en Bielorrusia. ¿Sigue existiendo algún tipo de oposición dentro del país?

No existe oposición política dentro de Bielorrusia. La mayoría de la gente se opone al régimen, pero son personas corrientes, no un partido político con aspiraciones a gobernar. Los bielorrusos que viven bajo el régimen lo odian. De momento no pueden manifestarlo, pero siguen ahí. Me comunico con la gente de Bielorrusia a través de Telegram, mediante llamadas telefónicas, hablo con ONG y organizaciones de medios de comunicación que tienen periodistas y trabajadores sobre el terreno, y me dicen: “Queremos reservarnos para el momento oportuno”. La gente sigue creando iniciativas y organizándose en pequeñas comunidades, pero no pueden hablar abiertamente de ello porque el nivel de represión es espantoso.   

Lukashenko ha sido un aliado incondicional de Putin en su agresión contra Ucrania. Pero, al mismo tiempo, muchos bielorrusos han mostrado su solidaridad con Ucrania, e incluso se han alistado como voluntarios en su ejército. ¿Están conectados el futuro de Ucrania y el de Bielorrusia?  

Bielorrusos y ucranianos se enfrentan al mismo enemigo: las ambiciones imperialistas de Rusia. Rusia no ve ni a Ucrania ni a Bielorrusia como Estados separados que tengan derecho a elegir su propio futuro. Los bielorrusos quieren formar parte de la familia europea, igual que los ucranianos. Rusia nos mira como niños traviesos que quieren separarse de su imperio, pero es nuestro derecho hacerlo; somos pueblos separados, naciones separadas.   

Rusia nos mira como a niños traviesos que quieren separarse de su imperio, pero tenemos derecho a hacerlo; somos pueblos separados, naciones separadas.

La victoria de Ucrania es vital para Bielorrusia. Debilitará a Putin, por supuesto, y un Putin débil significa un Lukashenko débil, porque el poder en Bielorrusia se basa en el apoyo, la represión y la corrupción económica de Putin. Creemos que el centro de atención del mundo democrático debe seguir siendo Ucrania, y que hay que dar todo a Ucrania para que pueda ganar la guerra. Pero también estamos intentando convencer a nuestros aliados democráticos de que no hay que pasar por alto a Bielorrusia, de que no hay que olvidarla.  

¿Sabes lo que teme la gente de Bielorrusia? Que cuando se celebren las negociaciones, Bielorrusia pueda estar en la mesa, pero no participe en la mesa. Que no se escuche la voz bielorrusa; que se entregue Bielorrusia a Putin como premio de consolación. Por eso recordamos a nuestros socios democráticos que Bielorrusia debe formar parte de estas negociaciones y que su voz debe ser escuchada.   

Si ahora permitimos que Rusia conquiste Ucrania, entonces Rusia también llamará a su puerta: ¿qué harán entonces? 

Este año se celebrarán importantes elecciones tanto en la UE como en Estados Unidos. ¿Su resultado es importante para Bielorrusia?  

En los últimos años, hemos asistido a un consenso casi absoluto entre los países europeos sobre su política hacia Bielorrusia: están convencidos de que una Bielorrusia democrática, libre e independiente redunda en interés de toda la región.

En Estados Unidos, hablamos tanto con los demócratas en el poder como con la oposición republicana. Ambos entienden la importancia de una Bielorrusia libre. Por supuesto, existe el temor de que Trump vuelva al poder y acabe con el apoyo a una Ucrania independiente y a una Bielorrusia libre. En última instancia, en las democracias, es el pueblo el que decide. Pero creo -quiero creer- que la sociedad democrática no permitirá que la persona que llegue al poder cambie la política hacia Ucrania. En Occidente, la propaganda rusa está sembrando la narrativa de que “esta no es tu guerra, es su guerra”, y si aceptas esta narrativa, entonces ¿por qué deberías hacer sacrificios por la guerra de otro?   

Nuestra tarea es explicar que, si ahora permitimos que Rusia conquiste Ucrania, entonces Rusia también llamará a tu puerta: ¿qué harás entonces? Ya se habla de posibles provocaciones rusas en la frontera con los países bálticos y Finlandia. El mundo tiene que estar preparado. No debe mostrar apaciguamiento ante los dictadores.  

¿Qué papel puede desempeñar la diáspora bielorrusa para mantener la atención internacional sobre la situación del país?  

La diáspora bielorrusa se unió por primera vez en 2020. Antes de eso, estaba formada por ciudadanos que habían abandonado Bielorrusia en diferentes oleadas y vivían por todo el mundo, sin comunicarse mucho entre sí. Ahora la gente se organiza, crea nuevas iniciativas como las llamadas Embajadas del Pueblo de Bielorrusia. Nos sentimos más capacitados para hablar, para actuar juntos. Así que, por supuesto, el papel de la diáspora será crucial, al igual que el de los medios de comunicación que actualmente operan en el exilio.   

Mi papel es ayudar a la diáspora a coordinarse y ofrecerle una plataforma. Por ejemplo, cada vez que hago una visita oficial a un país, intento invitar a miembros de la diáspora bielorrusa, porque mi tarea es abrir puertas, pero los bielorrusos necesitan poder mantenerlas abiertas y seguir hablando con los gobiernos y los parlamentos. Y creo que la diáspora ya ha conseguido mucho. No habíamos tenido una experiencia así antes, así que también estamos aprendiendo sobre la marcha; pero estamos aprendiendo muy rápido y muy eficazmente.  

El proyecto europeo no estará completo hasta que Bielorrusia, Ucrania y Moldavia formen parte de él plenamente.

La revolución bielorrusa de 2020 tuvo a las mujeres como protagonistas, tanto a nivel de liderazgo como de base. ¿Cree que el fin de la dictadura de Lukashenko coincidirá con un giro feminista?   

Creo que la sociedad bielorrusa está madura para un cambio democrático. Y cuando se produzca este cambio, no habrá dudas sobre el equilibrio de género, sobre el papel de la mujer. Nosotras, las mujeres bielorrusas, ya hemos demostrado que podemos ser incluso más poderosas que los hombres. Por ejemplo, las mujeres bielorrusas dirigen muchas organizaciones, y lo hacen discutiendo menos entre ellas que los hombres. Para nosotras es más fácil llegar a un acuerdo; tenemos una forma diferente de hacer política. Por eso creo que [cuando acabe la dictadura] estaremos a la altura de todos los estándares de las sociedades europeas y democráticas.  

¿Dónde desea ver a Bielorrusia dentro de diez años?  

Realmente quiero creer -y estamos luchando por ello- que Bielorrusia será libre, independiente, con instituciones democráticas fuertes y en vías de adhesión a la UE. Ya estamos trabajando con el Consejo de Europa como primer paso hacia la Unión Europea. Y estamos sembrando entre los europeos la idea de que Bielorrusia forma parte de Europa. A lo largo de nuestra historia, hemos pertenecido a Europa, excluyendo los dos siglos de dominio ruso [entre 1795 y 1991]. Europa tiene que darse cuenta de ello. Y creo que el proyecto europeo no estará completo hasta que Bielorrusia, Ucrania y Moldavia formen parte de él plenamente.